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Ilustración: Carlos Amil Ilustración: Carlos Amil

Un conto fantástico relatado na revista “Peña El Castro”, de León

No número 30 da revista “Peña El Castro”, Carlos Amil publicou un relato fantástico de como Chuches Amil accedimos ao poboado do castro en La Ercina (León).

O artigo titúlase “El hombre que recoge los trenes”, e fala da recollida en imaxes dos trenes que pasaban pola estación de La Ercina, e que Carlos gravou durante o verán de 2012.

A segunda parte do artigo fala da nosa actuación na semana cultural organizada pola asociación cultural Peña El Castro, e Carlos cóntao así:

“La Ercina y su entorno son propicios a las maravillas propias de los cuentos populares, y así siento que los vasos comunicantes de este extraordinario lugar con la Galicia mágica de mis orígenes se producen de manera insospechada, como ocurrió en aquella ocasión prepandémica en la que mi hermano Fran y su proyecto Chuches Amil fueron convidados a participar en las jornadas culturales de la Peña El Castro.

El acceso de Fran al pueblo de La Ercina no fue, como cabría esperar, por carretera, y tampoco por vía férrea. No, el acceso fue a través del poblado de la Edad de Hierro recientemente excavado en la Peña del Castro. Como sucede en tantos cuentos tradicionales, en la cumbre de los montes es habitual encontrar una puerta en medio de los peñascos que comunican directamente espacios imposibles por su ubicación. Por ejemplo, en la montaña leonesa se abre una puerta de éstas y se accede a Irlanda, o a México, o a cualquier sitio igual de exótico y “cercano” a los mencionados.

Así, de este modo sobrenatural, accedió Fran a La Ercina. La puerta estaba enclavada en medio de una muralla que protegía el castro, y en el lado exterior de la puerta se situaba La Ercina, mientras que el lado interior comunicaba con Galicia. Claro que esta forma de presentación era sólo el preludio de los maravillosos y fantásticos (en casi todas las acepciones de la palabra fantástico) prodigios que se producirían durante el concierto.

El concierto coincidía con una doble jornada futbolística: se jugaba la Supercopa de España entre el Real Madrid y el Barcelona, y además los jóvenes se citaban en Condianos para echar una pachanga imprescindible en sus ratos de ocio. Así que la asistencia al concierto prometía menguar en aquella franja de edad a quien se dirigía especialmente. Y así aconteció al principio: familiares, amigos y habituales de las jornadas culturales hicieron acto de presencia, y apenas había un par de niños en un rincón y tres niñas al fondo de la sala.

Chuches Amil tiene su repertorio al cien por cien en el idioma gallego, pero nos agasajó a los presentes cantando en castellano, como un guiño a la invitación de la asociación cultural. A medida que Fran desgranaba las canciones, los niños y las niñas se acercaban a las primeras filas, y se pusieron a bailar. Cuando Fran cantó “El porvenir es mío”, sucedió otro prodigio: la chiquillada empezó a girar a una velocidad insospechada, y alrededor de cada cuerpo se originó un remolino semejante a un tornado. Los adultos, alarmados, de pronto vimos que de cada tornado salía un niño y una niña, que a su vez giraban a tal velocidad que producían cada uno su correspondiente remolino, y de cada uno de los nuevos remolinos salían a su vez otros dos niños y niñas. Al acabar la canción, el salón de actos del ayuntamiento de La Ercina estaba abarrotado de chavalería.

Y dejo para el final el otro prodigio de la tarde. Entre los asistentes iniciales se encontraba una niña que venía de El Bierzo. La niña, a mitad del concierto, levantó la mano y le preguntó a Fran si no podía cantar en gallego. Fran miró al público antes de contestar, y todos los asistentes se sumaron a la petición de la niña berciana. Fran se emocionó, y cantó en gallego. Y de nuevo el prodigio hizo acto de presencia: todos los asistentes entendieron la letra de todas las canciones en gallego, e incluso corearon con Fran los estribillos. Fue una hermosa lección de respeto y entendimiento entre los distintos pueblos e idiomas que conforman la geografía española. Una vez más, La Ercina, gracias por vuestra acogida.”

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